miércoles, 10 de noviembre de 2010

LA EVALUACION SEGUN DECRETO 1290 ¿INCOMPRENDIDA?

El 16 de abril del año anterior, el Ministerio de Educación Nacional y el Gobierno de turno, emanaron el decreto 1290 que modifica al 230 del 2002 y establece los parámetros para la evaluación del aprendizaje y promoción de los estudiantes en los niveles de Educación Básica y Media que deben realizar los estamentos educativos. Surge como una luz ante el inconformismo manifestado con su antecesor, duramente criticado por limitar la reprobación a sólo un 5% en todas las instituciones educativas.

Para su elaboración el Ministerio adelantó a nivel nacional una serie de consultas, foros y discusiones en donde participaron una inmensa mayoría de personas comprometidas en el proceso educativo, como resultado se elabora este decreto que entre otros apartes deja en completa libertad a cada Institución Educativa para que diseñe y elabore su propio sistema de evaluación escolar, y determine autónomamente los criterios de promoción de sus educandos, pero esta aparente autonomía tiene que ceñirse finalmente a una escala Nacional que permitirá homologar estudiantes entre instituciones.

Cuando se emite el decreto 1290, una inmensa cantidad de docentes expresaron su alegría ya que “ahora si van a perder el año y por tanto mejorará la calidad educativa”.

Sin duda alguna, muchos educadores de manera retrógrada y desconociendo los sistemas actuales de enseñanza – aprendizaje, sólo pensaron en volver a los antiguos sistemas de evaluación con los que ellos fueron evaluados, una prueba fehaciente es que casi todas las instituciones retomaron el sistema de evaluación numérico, cálculo de porcentajes, notas mínimas y en el peor de los casos, una definitiva que define “el año”, lo irónico en que en su sistema de evaluación comienzan argumentando lo mismo que decían en el 230, es decir, que en la institución la evaluación es continua, integral, formativa, etcétera. Imagino que si este decreto hubiese salido con docentes que fueron evaluados con letras, nunca se hubieran inventado un sistema numérico.

Es cuando aparece el documento “Fundamentaciones y orientaciones para la implementación del Decreto 1290 del 16 de abril de 2009”, que vale la pena aclarar: Muchos colegios montaron el sistema y luego leyeron el documento. Estas fundamentaciones y orientaciones comienzan por aclarar una de las críticas más acentuadas de los docentes en referencia a que el ICFES evalúa de una manera y en el colegio de otra, dando a entender que los bajos resultados en estas pruebas se deben a que la escuela va por un lado y el ICFES por el otro. En la frase “la evaluación en el aula y la externa no deben ser consideradas como incompatibles, sino por el contrario, deben ser entendidas como miradas y estrategias complementarias”1 queda sentada la opinión del Ministerio al respecto y aclara que un estudiante bien preparado, puede enfrentar cualquier evaluación interna o externa a que sea sometido. Seguidamente aborda el tema de la evaluación en el aula haciendo énfasis en los diferentes ritmos de aprendizaje y que el docente quien es un experto en didáctica y pedagogía, debe “detectar” estos ritmos y acoplar su sistema de enseñanza para que los estudiantes logren aprender, ya que, según lo manifiesta el mismo documento, nadie va a la escuela a aprender nada, ser excluido o perder el año  (1.    Heublyn Castro, Edgar Martínez, Yonar Figueroa. Fundamentaciones y orientaciones para la implementación del Decreto 1290 del 16 de abril de 2009. Ministerio de Educación Nacional. Bogotá, Colombia. 2009. Pág 16), todas estas aseveraciones tiran por el piso la alegría manifestada por los docentes que pensaron que reprobando un grado se mejora la calidad educativa ya que los estudiantes con tal de no perder el año estudiarían más. Como si fuera poco, comienza a hablarse de la evaluación formativa, indicando que ésta no es sancionatoria, que cuando a una persona se le evalúa, aprende tanto el docente como el estudiante y que este último en vez de sentirse frustrado, debe sentir ganas de salir adelante y superarse (formativa, orientadora, motivadora). Posteriormente se hace énfasis en que la “nota” no es lo importante, que lamentablemente debe representarse el resultado de una evaluación con algún símbolo (icono, letra o número), pero aclara que toda medición es un proceso evaluativo, pero no toda evaluación conlleva a una medición o está sujeto a ella, esto nos muestra claramente que el número o la letra no es lo importante, lo que interesa es el proceso de evaluación y es éste precisamente el que los docentes no tienen claro, especialmente cuando se trata de evaluar desempeños de sus educandos.

La crítica que se le puede hacer al documento en mención, es precisamente que éste no ha sido lo suficientemente divulgado y socializado con las comunidades educativas, que existe un gran desconocimiento de los docentes y directivos sobre los lineamientos para la implementación del decreto 1290, que deben romper el paradigma de los sistemas de evaluación fundamentados en el promedio de cifras abstractas que representan algo tan integral y delicado: El desempeño de un ser en un ambiente de estudio. Se debe entender que evaluar no es la simple repuesta ante un cuestionario, que este proceso integra diversos aspectos que se fundamentan en los pilares mismos de la educación y los saberes, que los valores, ritmos de aprendizaje y demás aspectos deben ser tenidos en cuenta para emitir un juicio y principalmente para impartir conocimiento y desarrollar competencias. Un ejemplo claro es aquel alumno que obtiene progresivamente en los cuatro períodos las notas 10 – 6 – 4 – 4 respectivamente, que en definitiva le queda a 6 considerado “básico”, y otro estudiante que progresivamente obtiene las notas 4 – 4 – 6 – 10 y que finalmente obtiene la misma valoración del anterior y la misma nota definitiva evaluándolo “igual al anterior”, pero ocurre que el primer caso fue desmejorando progresivamente su rendimiento hasta obtener una nota de 4 al final del proceso y el segundo en cambio, fue mejorando progresivamente hasta obtener la excelencia (10), es evidente que el segundo caso en una evaluación continua e integral, demostró ser mejor que el anterior.

Otro aspecto que no visualizan las instituciones educativas y que claramente lo deja entrever el documento analizado en este reseña, es que la “autonomía” de los planteles educativos es relativa, por un lado les dicen que pueden diseñar su propio sistema de evaluación escolar y por el otro establecen una escala nacional única que debe respetarse, es decir, la que vale es la escala nacional no la que ellos diseñen, es como si a mí me dijeran en la casa: “Ven a la hora que quieras pero no te pases de las diez”.

El documento Fundamentaciones y orientaciones para la implementación del Decreto 1290 del 16 de abril de 2009, es finalmente una guía valiosa para que las Instituciones Educativas comiencen a enfocar su sistema de evaluación institucional, debe ser objeto de discusiones, foros, debates, socialización y operatividad,  convertirse en un camino de cambio y progreso, en una ruta llena de retos y experimentación, un motivo para romper viejos paradigmas y abrir la mente del educador a un nuevo conocimiento, entendiendo que se están formando seres humanos con habilidades e intereses diversos, que cada quien va a la escuela a ganar, a superarse, no a perder y ser descalificado, que la evaluación es una forma de entender y comprender de qué soy capaz y qué debo hacer para mejorar, que de cada evaluación debe surgir un deseo de superación, un motivo para ser mejor, una experiencia de vida; que evaluar no es reprimir, es formar, que en todo momento debemos tener claro qué y para qué se evalúa, que cada pregunta de un cuestionario tiene su importancia y su peso, que no todas valen lo mismo, que los test no son la única forma de evaluar, que el concepto final es una opinión, no principalmente una nota obtenida en forma mecánica, que el desempeño conjuga conocimientos, valores, habilidades y competencias.

Finalmente debo aclarar que el Gobierno nacional se ha caracterizado por emitir leyes y luego aclararlas, que siempre ha faltado “educación” para hacer entender a los docentes las normas que suelen emitirse desde el Ministerio. A todo esto debemos acompañarlo de un cambio de actitud y mentalidad en la gran mayoría de los docentes, especialmente a los que están estancados en sus antiguos sistemas de enseñanza y se niegan a tomar las tecnologías actuales para convertirlas en una poderosa herramienta que mejore la calidad de la enseñanza que imparten. Aclaro también que el documento en mención se extiende a lo largo de 108 páginas y que esta reseña se convertiría en un libro si continúo abordándolo y comparándolo con lo que actualmente se hace en la mayoría de las instituciones educativas, pero sólo quise hablar de evaluación y abordar unos cuantos aspectos.